Es curioso y cuanto menos sorprendente, que a diario sigo encontrando a personas que me comentan que su familiar tiene demencia senil, incluso profesionales sanitarios también se refieren a los pacientes en estos términos. Por lo general, le quitan importancia a “ese tipo de demencia”, como si fuera algo lógico y esperable, dada la edad avanzada de quien la padece.

La senescencia hace referencia al conjunto de cambios y relaciones en el organismo asociadas al paso del tiempo, o el envejecimiento. Es fundamental tener en cuenta que no todos estos cambios hacen referencia a enfermedad o deterioro; por el contrario, hablamos también de procesos de neuropasticidad y adaptación.

Históricamente, el término demencia senil se debe a Pinel quien, en 1798, en la Nosographie, se refirió a ella como una forma de trastorno cognitivo adquirido en las personas de edad.

El concepto de demencia se fue definiendo a lo largo del siglo XIX y comienzos del siglo XX, atribuyéndolo a las personas mayores y calificándolo de “senil”. En cambio, a día de hoy, este término está (o debería estar) en desuso. ¿Acaso no hay personas jóvenes con trastornos cognitivos? ¿Absolutamente todos los mayores tienen demencia?

El término senil está obsoleto también porque, además de no ajustarse a la realidad actual (afortunadamente hay personas de edad avanzada que nunca han padecido problemas cognitivos ni enfermedades neurológicas), no aporta ninguna información sobre el tipo de enfermedad ni, por tanto, sobre los síntomas, el curso, la evolución, el tratamiento e incluso el pronóstico. El adjetivo de senil se usaba antiguamente debido a que la mayoría de los afectados desarrolla demencia en la vejez, después de los 65 años, con lo cual la demencia se veía como una parte inevitable del envejecimiento.

Seguramente este término de “Demencia Senil” se haya visto reforzado por el carácter de normalidad que atribuimos al hecho de que las personas de edad avanzada puedan padecer deterioro cognitivo, una visión demasiado extendida en la actualidad. Las personas mayores no padecen deterioro cognitivo por el hecho de ser mayores, sino porque padecen una enfermedad que afecta al sistema nervioso central y, por lo tanto, no es algo normal, independientemente de la edad de los afectados. No puede considerarse la demencia como una consecuencia inevitable de la vejez. Al igual que la diabetes es una enfermedad endocrina que afecta a las personas independientemente de la edad, la demencia y el deterioro cognitivo son enfermedades neurológicas que pueden surgir.

 ¿Cómo deberíamos referirnos a la Demencia?

La Demencia es una enfermedad multicausal y con diferentes síntomas, curso y evolución, según el tipo u origen de ésta.

La enfermedad de Alzheimer es la causante de más del 65% de los casos de demencia en el mundo. Cuando una persona desarrolla Alzhéimer, uno de los factores de riesgo es la edad del paciente (en términos estadísticos aumenta la probabilidad con respecto a edades más tempranas) pero no es una condición indispensable. El alzhéimer no es la única causa de demencia, aunque sí la más habitual. Otras causas comunes son:

  • La enfermedad con cuerpos de Lewy, que causa la demencia con cuerpos de Lewy
  • La enfermedad de Huntington
  • La enfermedad de Parkinson
  • La degeneración frontotemporal
  • La enfermedad vascular (post Ictal o problemas vasculares)
  • Parálisis supranuclear progresiva

Incluso, hay causas de demencia potencialmente reversibles, como las de origen metabólico o tóxico.

Por todo esto, cobra más sentido lo expuesto anteriormente: referirse a “Demencia Senil” no aporta nada a nivel clínico, hace flaco favor a la desestigmatización de que ser mayor significa estar enfermo e incluso tiene connotaciones peyorativas.

Utilizar el concepto Enfermedades Neurocognitivas o Deterioro cognitivo de origen (y su causa, ya sea vascular, alzheimer, metabólico….)  es mucho menos invasivo para la persona, además de ser un término que evita confusiones y que es mucho más aclarador que los conceptos ‘demencia senil’ y ‘Enfermedad de Alzheimer’.

Yanira Pérez

Enfermera

Experto Universitario en Enfermedades Cerebrovasculares